No hay muerte, hay olvido
El
jardín esta vacío; las gentes, gobernadas por la climatología, se ausentan de
los bellos espacios que ofrece el jardín. Ahora, solo los fumadores crónicos,
se sientan entre las gélidas plantas para chupar y chupar un cigarrillo
encendido. Así, el jardín, con la ausencia de humanidad muestra su escenario
floral en silenciosa belleza. Por si mismo no es más que una prisión de flores
al servicio de la sensibilidad humana que, con demasiada frecuencia lo olvida
victima de sus trastornos de personalidad. Este espacio abierto y vacio, la
mayoría del tiempo, es nuestro monumento al olvido de la sensibilidad
gobernados por esa personalidad que nos conduce y no dominamos.
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