LA VIDA POR LA LIBERACIÓN DEL YO.
La vida entregada en la ayuda al otro requiere
múltiples exigencias, no puede abrazarse desde la decepción o el fracaso ni
debe estar orientada hacia el enriquecimiento o satisfacción de la vanidad;
sino desde la ilusión y el enamoramiento.
El coach no puede ser una persona decepcionada del
mundo, sino enamorada de la Emancipación. La experiencia de vacío, de
desilusión, o de fracaso, puede jugar algún papel en la pedagogía de la
Emancipación. Pero jamás puede convertirse en la motivación fundamental o en la
razón definitiva para optar por el seguimiento del coaching.
Ayudar en el camino que nos conduce hacia la
Emancipación requiere un compromiso “con
el otro” así como una disciplina con nuestro trabajo , en nuestra vida diaria
desde la sinceridad más trasparente.
El coach debe trabajar dentro del concepto de voluntad
común que rige en toda sociedad. No debe buscar “emancipaciones especiales” y
su ayuda en el trabajo en equipo puede cimentar en el coachee una conducta de
acercamiento hacia una emancipación cercana a la pluralidad. El coach
estabilizado es humilde y discreto renunciando al apego como herramienta vital
en la guía de voluntades.
El compromiso con el coaching debe estar rodeado de
una verdadera vocación de servicio donde la reflexión permanente debe enriquecer
tan docta misión que de manera sencilla creará tendencias para acercar al otro
en la senderos de su Emancipación.
Ser coach es un “don” que debe ejercerse con amor,
responsabilidad y espíritu de superación.
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