La
temporalidad del humano se renueva constantemente y con ello su existencia debe
regenerarse hacia la emancipación. No debemos justificar la volatilidad de las acciones
pues estas deben conservar una constancia y coherencia con los valores de amor
y respeto al prójimo.
El egoísmo -permanente en nuestra esencia- debe tratarse
diariamente a través de la inteligencia y del respeto al otro.
No debemos cubrir nuestras necesidades privando "a
los demás" de aquello que le pertenece: la dignidad.
Podemos aspirar a lo que somos capaces de generar por
nosotros mismos sin expoliar al resto de lo que le pertenece ni aprovecharnos
de su ignorancia.
Así aceptando la "renovación cotidiana"
podremos ir destilando lo que "denominamos valores" para ir
componiendo una base sólida de conceptos éticos que nos ayuden a caminar por la
duda.
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