CUANDO PIERDE
LA AGENDA ELECTRóNICA O EL MÓVIL, EL CIUDADANO DEL SIGLO XXI SE SIENTE HUÉRFANO
DE ORIENTACIÓN E INCLUSO DE IDEAS.
La agenda del
ordenador, la palm o el móvil se ha convertido en el GRAN HERMANO que gobierna
nuestro tiempo. Las citas y tareas programadas han desbordado los límites de la
jornada laboral para marcar también las horas de ocio. Vamos a toque de
silbato. Cuando pierde una de estas agendas electrónicas, el ciudadano del
siglo XXI se siente huérfano de orientación e incluso de ideas. Como un robot
al que le hubieran quitado el software, de repente nos invade la ansiedad y nos
preguntamos: “¿Ahora qué hago?”
También
cargamos la agenda con tanto optimismo que necesitaríamos horas de 120 minutos
para cumplir con todo lo programado. Citas de toda índole salen volando de su
casilla y aterrizan en jornadas futuras, de donde, llegado el momento, salen
nuevamente catapultadas hacia territorios vírgenes bajo el sol de la esperanza.
Este curioso
ejercicio de salto de obligaciones de fuera o autoimpuestas se llama
técnicamente “procastinar”, un verbo que pocos conocen, pero muchos practican.
Etimológicamente viene de la voz latina “procastinare”, que significa diferir o
aplazar. Procastinamos cuando posponemos el inicio de una dieta, el acudir al
gimnasio o la lectura delibro que cría malvas en la mesita.
El
procastinador está convencido de que realizará más adelante aquello que debería
hacer hoy. Fija una nueva fecha con solemnidad, sin imaginar que cuando ésta
llegue le asaltará la misma pereza. O incluso más, porque las tareas y
propósitos, a medida que envejecen, se vuelven más antipáticos.
Acostumbrado a
la demora continua, se avergüenza cuando alguien le pregunta cómo le va en el
gimnasio o qué le pareció la novela regalada un año antes. Su reacción es
procastinar enérgicamente con muletillas del tipo: “la semana que viene, sin
falta” o “Estoy impaciente por empezar, pero hasta ahora no he podido porque…..”
Con eso aplaca su mala conciencia, pero la rueda de la procastinación vuelve a
girar, y lo seguirá haciendo a menos que apliquemos una terapia de choche.
SEGÚN
POSPONEMOS ASÍ DE ABÚLICOS SOMOS
1.- A menudo detengo el despertador por la
mañana y pongo la alarma 10 minutos más tarde.
2.- Constantemente realizo tareas que debí haber
hecho varios días antes.
3.- Me pierdo películas u otros espectáculos
porque no adquiero a tiempo las entradas.
4.- Tardo en comenzar los trabajos sin una razón
particular.
5.- Cuando salgo de viaje, debo apresurarme para
no perder el medio de locomoción.
6.- Aunque sé que debo cumplir un plazo, pierdo
el tiempo haciendo otras cosas.
7.- Necesito tiempo para tomar decisiones que
pueden ser urgentes.
8.- Respondo tarde a las preguntas que recibo
por distintos medios.
9.- Suelo comprar todo a última hora, incluso
los artículos indispensables.
10. Digo frecuentemente: “Mañana lo haré”
Si cinco o más
de estas aseveraciones encajan en su estilo de vida, sufre usted abulia.
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