Para fomentar nuestra relación de parentesco con la naturaleza instintiva, es muy útil comprender los cuentos como si estuviéramos dentro de ellos y no como si ellos estuvieran fuera de nosotros. Entramos en un cuento a través de la puerta del oído interior. El relato hablado toca el nervio auditivo que discurre por la base del cráneo y penetra en la médula oblonga justo por debajo del puente de Varolio. Allí los impulsos auditivos se transmiten a la conciencia o bien al alma, según sea la actitud del oyente. Los antiguos anatomistas decían que el nervio auditivo se dividía en tres o más caminos en el interior del cerebro. De ello deducían que el oído podía escuchar a tres niveles distintos. Un camino estaba destinado a las conversaciones mundanas. El sugundo era para adquirir erudición y apreciar el arte y el tercero permitía que el alma oyera consejos que pudieran seguirle de guía y adquiera sabiduría durante su permanencia en la tierra. Hay que escuchar por tanto con el oído del alma, pues ésta es la misión del cuento. Hueso a hueso, cabello a cabello, La Mujer Salvaje regresa. A través de los sueños nocturnos y de los acontecimientos medio comprendidos y medio recordados. La Mujer Salvaje regresa. Y lo hace a través de los cuentos.
Pinkola
2 comentarios:
De nuevo me paso por aqui, amigo.
Saludos.
Los cuentos llegan al alma de diferentes maneras, pero llegan.
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