La foca es uno de los símbolos más bellos del alma salvaje. Como la naturaleza instintiva de las mujeres, las focas son unas criaturas muy curiosas que han evolucionado y se han adaptado a lo largo de los siglos. Como la mejer foca, las verdaderas focas sólo se acercan a la tierra para alumbrar y alimentar a sus crías. La madre foca se entrega con todas sus fuerzas al cuidado de su cría durante unos meses, amándola, defendiéndola y alimentándola exclusivamente con las reservas de su cuerpo. Durante este prtíodo la cría foca de unos doce kilos cuadruplica su peso. Entonces la madre se adentra en el mar y la cría ya desarrollada inicia su vida independiente al son de la naturaleza. Las focas poseen cierto carácter perruno y son cariñosas por naturaleza. De ellas irradia una especie de pureza. Pero también reaccionan con mucha rapidez, buscan refugio o atacan cuando se ven amenazadas. El alma también es así. Permanece en suspenso cerca de nosotras. Alimenta el espíritu. No huye cuando percibe algo nuevo, insólito odifícil. Pero a veces, sobre todo cuando una foca no está acostumbrada a los seres humanos y permenece tendida en uno de aquellos estados de felicidad en que suelen sumirse las focas de vez en cuando, no se adelanta a los comportamientos humanos. Como la mujer foca del cuento y como las almas de las mujeres jóvenes y/o inexpertas, no adividan las intenciones de los demás ni los posibles daños. Y es lo que siempre ocurre cuando alguien roba la piel de foca. Entre nosotras hemos notado que en el proceso de individuación se detecta, al menos, un robo significativo que algunas personas lo califican del robo de su gran oportunidad; del hurto del amor o el robo del propio espíritu debilitando el sentido del YO.
Pinkola
1 comentarios:
El sentido del alma, el sentido del yo no nos puede abandonar. En ese caso estamos perdidos, a la deriva...
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