Encontrar la calma en la ciudad
FRANCESC MIRALLES
No es necesario encerrarse en un monasterio para gozar de la espiritualidad. También el estrés de la ciudad nos procura oportunidades para crecer y cultivar la paz interior.
Existe la creencia estereotipada de que la espiritualidad solo puede encontrarse en medio del campo, en una casa aislada frente al mar o entre los muros de un monasterio. Lo cierto es que la inmensa mayoría vivimos y trabajamos en medio del bullicio, por lo que si aspiramos a la armonía tendremos que aprender a hallar la serenidad en medio del caos.
“Observe sus pensamientos con distancia y no los confunda con la realidad. Así será capaz de distinguir lo neurótico de lo útil”
Lo que podría llamarse el zen del asfalto es una invitación a buscar la paz y la lucidez, en medio de una metrópoli ruidosa o de un suburbio gris. Supone el reto de mantener el propio centro mientras los vecinos se pelean, el jefe nos convoca para una reunión absurda o nos encontramos atrapados en un atasco mientras dan malas noticias por la radio.
Antes de abordar cómo cultivar la calma, revisemos algunos tópicos sobre la espiritualidad.
El tópico de Oriente
“No puedes vivir en el reino de Dios por mucho tiempo. No hay restaurantes ni lavabos” (Suzuki Roshi)
En su hilarante libro de memorias El espejo vacío, el escritor de novelas policiacas Janwillem van de Wetering explicaba sus peripecias y calamidades en un monasterio zen japonés de la década de los sesenta, donde este holandés permaneció año y medio.
Lo que tenía que ser una experiencia serena e iluminadora se convierte en una tortura, porque el discípulo se ve obligado a unos madrugones de órdago, a interminables horas de incómoda y tediosa meditación, mientras se ve enfrentado a los enigmáticos koans, las preguntas disparatadas con las que el maestro de zen tortura a sus alumnos. Hacia el final de su relato, Janwillem acaba huyendo del monasterio y se interroga sobre la espiritualidad con una cerveza en la mano. El autor holandés ironiza sobre esta cuestión a través de una pequeña fábula: un hombre cada mañana antes de desayunar saca a su perro al patio delantero, lo coge por el rabo y le da unas cuantas vueltas en volandas. Un vecino le pregunta por qué trata a su perro con tanta crueldad, a lo que el dueño responde: “No tiene ni idea de lo contento que se pone el perro cuando lo dejo en el suelo”.
La pregunta es: ¿no hay otros caminos a la espiritualidad? ¿Cómo podemos purificar la mente en medio del caos?
Un profesor de yoga de Los Ángeles, Arthur Jeon, aborda este tema en su manual Dharma urbano, que se centra en los desafíos de la vida cosmopolita para los que aspiran a la espiritualidad.
Este autor plantea estrategias para mantener la calma sin sucumbir a las tensiones diarias o a las continuas fricciones que supone moverse por una ciudad, tener vecinos y relacionarse con jefes y compañeros de trabajo:
No hay ninguna duda sobre el hecho de que la mayor parte de las dificultades de la vida, excepto la enfermedad, vienen causadas por las relaciones entre la gente. Asumimos que la gente es la causa de nuestra tristeza, la fuente de nuestro “infierno”. Cuando miramos a nuestro alrededor existen muchas razones para pensar así. Los demás nos vuelven locos e infelices. Tendemos a pensar: no soy una persona enfadada; ellos me hacen enfadar”. A lo largo de su libro, Arthur Jeon da numerosos consejos para sobrevivir espiritualmente a nuestra jungla de personas y problemas:
• Observe sus pensamientos con distancia y no los confunda con la realidad. Así será capaz de distinguir lo neurótico de lo útil.
• Sea consciente de que cualquier cosa que suceda, buena o mala, cambiará.
• Evite atribuir la culpa de su infelicidad a los demás. Pensamientos como “mi vida es horrible” o “si fuera rico, mis problemas desaparecerían” son solo falacias para no tomar el mando de nuestra vida.
• En lugar de impacientarse, lea o escuche música mientras espera el tren o el autobús.
• Trate de sonreír a la gente irritada que encuentre. Nunca menosprecie a los demás.
• Tómese los contratiempos con sentido del humor.
• No alimente lo que le irrita, ni le dé más importancia de la que tiene.
• Huya de la idea de que, en la ciudad, vive amenazado por las personas y las situaciones. Jamás se autocompadezca.
Puesto que la serenidad es un estado mental, este autor californiano sostiene que podemos alcanzar una relajación plena cuando queramos, sea en la cima de una montaña o en Times Square. El sufrimiento no lo generan las personas que nos rodean ni el lugar en el que nos encontramos, sino la lectura que hacemos de lo que nos sucede.
Otra fuente de padecimiento, vivamos en la ciudad o en el campo, es nuestra adicción a proyectarnos al pasado (traumas) o al futuro (miedos). Para practicar el zen del asfalto hay que tomar conciencia del momento presente, aprendiendo y disfrutando de lo que nos brinda cada instante.
Por ejemplo, el transporte público es un desafío porque borra las fronteras entre los demás y uno mismo. En medio del atasco, en lugar de maldecir el tráfico, podemos convertir la cabina de nuestro vehículo en un zendo minúsculo donde escuchar nuestra música favorita, relajarnos a través de la respiración o pasar revista a los aspectos positivos de nuestra vida, dejando fuera las prisas.
‘Zensaciones’
“Llama experiencias a tus dificultades y recuerda que cada una de ellas te ayuda a madurar” (Henry Miller)
Es innegable que en la rutina diaria nos enfrentamos a situaciones monótonas o desagradables que nos ponen a prueba, pero todas ellas son oportunidades de crecimiento personal. Veamos cómo convertir algunos episodios estresantes en zensaciones equiparables al trabajo que realizaríamos en un monasterio:
• Zensación 1. Tenemos un encontronazo con un conductor colérico. Ejercicio: no nos contagiamos por su furia y guardamos el noble silencio del que hablaba Buda y compadecemos a esta persona que está teniendo un mal día.
• Zensación 2. Un vecino nos increpa porque hemos faltado a una obligación. Ejercicio: le agradecemos que nos lo recuerde y cambiamos su discurso preguntándole por algún aspecto agradable de su vida personal.
• Zensación 3. Se han iniciado unas obras al lado de casa que hacen un ruido ensordecedor. Ejercicio: nos fijamos el reto de meditar, utilizando el estruendo como centro de atención para vaciar nuestra mente.
• Zensación 4. Nuestro trabajo ha llegado a unas cotas de monotonía que nos resulta insufrible. Ejercicio: para motivarnos, nos centramos en operaciones muy pequeñas y nos proponemos alcanzar la excelencia en esa actividad como prueba espiritual.
• Zensación 5. Las noticias informan de más robos y violencia en nuestro barrio. Ejercicio: decidimos compensar la oleada de negatividad con más empatía hacia los demás y más implicación en la felicidad de nuestra comunidad.
Si practicamos de esta manera, entenderemos que un entorno urbano es perfectamente válido para ir más allá de nuestros horizontes mentales, con la ventaja de que contiene tantos mundos y situaciones diferentes que hay mil ocasiones para mejorar.
Terminaremos con la respuesta que dio el maestro Soyen Shaku a su discípulo Senzaki cuando este le consultó sobre los peligros de trasladarse a una cosmópolis. La respuesta fue: “Simplemente, enfréntate a la gran ciudad y comprueba si ella te conquista o si tú la conquistas a ella”.
FRANCESC MIRALLES
No es necesario encerrarse en un monasterio para gozar de la espiritualidad. También el estrés de la ciudad nos procura oportunidades para crecer y cultivar la paz interior.
Existe la creencia estereotipada de que la espiritualidad solo puede encontrarse en medio del campo, en una casa aislada frente al mar o entre los muros de un monasterio. Lo cierto es que la inmensa mayoría vivimos y trabajamos en medio del bullicio, por lo que si aspiramos a la armonía tendremos que aprender a hallar la serenidad en medio del caos.
“Observe sus pensamientos con distancia y no los confunda con la realidad. Así será capaz de distinguir lo neurótico de lo útil”
Lo que podría llamarse el zen del asfalto es una invitación a buscar la paz y la lucidez, en medio de una metrópoli ruidosa o de un suburbio gris. Supone el reto de mantener el propio centro mientras los vecinos se pelean, el jefe nos convoca para una reunión absurda o nos encontramos atrapados en un atasco mientras dan malas noticias por la radio.
Antes de abordar cómo cultivar la calma, revisemos algunos tópicos sobre la espiritualidad.
El tópico de Oriente
“No puedes vivir en el reino de Dios por mucho tiempo. No hay restaurantes ni lavabos” (Suzuki Roshi)
En su hilarante libro de memorias El espejo vacío, el escritor de novelas policiacas Janwillem van de Wetering explicaba sus peripecias y calamidades en un monasterio zen japonés de la década de los sesenta, donde este holandés permaneció año y medio.
Lo que tenía que ser una experiencia serena e iluminadora se convierte en una tortura, porque el discípulo se ve obligado a unos madrugones de órdago, a interminables horas de incómoda y tediosa meditación, mientras se ve enfrentado a los enigmáticos koans, las preguntas disparatadas con las que el maestro de zen tortura a sus alumnos. Hacia el final de su relato, Janwillem acaba huyendo del monasterio y se interroga sobre la espiritualidad con una cerveza en la mano. El autor holandés ironiza sobre esta cuestión a través de una pequeña fábula: un hombre cada mañana antes de desayunar saca a su perro al patio delantero, lo coge por el rabo y le da unas cuantas vueltas en volandas. Un vecino le pregunta por qué trata a su perro con tanta crueldad, a lo que el dueño responde: “No tiene ni idea de lo contento que se pone el perro cuando lo dejo en el suelo”.
La pregunta es: ¿no hay otros caminos a la espiritualidad? ¿Cómo podemos purificar la mente en medio del caos?
Un profesor de yoga de Los Ángeles, Arthur Jeon, aborda este tema en su manual Dharma urbano, que se centra en los desafíos de la vida cosmopolita para los que aspiran a la espiritualidad.
Este autor plantea estrategias para mantener la calma sin sucumbir a las tensiones diarias o a las continuas fricciones que supone moverse por una ciudad, tener vecinos y relacionarse con jefes y compañeros de trabajo:
No hay ninguna duda sobre el hecho de que la mayor parte de las dificultades de la vida, excepto la enfermedad, vienen causadas por las relaciones entre la gente. Asumimos que la gente es la causa de nuestra tristeza, la fuente de nuestro “infierno”. Cuando miramos a nuestro alrededor existen muchas razones para pensar así. Los demás nos vuelven locos e infelices. Tendemos a pensar: no soy una persona enfadada; ellos me hacen enfadar”. A lo largo de su libro, Arthur Jeon da numerosos consejos para sobrevivir espiritualmente a nuestra jungla de personas y problemas:
• Observe sus pensamientos con distancia y no los confunda con la realidad. Así será capaz de distinguir lo neurótico de lo útil.
• Sea consciente de que cualquier cosa que suceda, buena o mala, cambiará.
• Evite atribuir la culpa de su infelicidad a los demás. Pensamientos como “mi vida es horrible” o “si fuera rico, mis problemas desaparecerían” son solo falacias para no tomar el mando de nuestra vida.
• En lugar de impacientarse, lea o escuche música mientras espera el tren o el autobús.
• Trate de sonreír a la gente irritada que encuentre. Nunca menosprecie a los demás.
• Tómese los contratiempos con sentido del humor.
• No alimente lo que le irrita, ni le dé más importancia de la que tiene.
• Huya de la idea de que, en la ciudad, vive amenazado por las personas y las situaciones. Jamás se autocompadezca.
Puesto que la serenidad es un estado mental, este autor californiano sostiene que podemos alcanzar una relajación plena cuando queramos, sea en la cima de una montaña o en Times Square. El sufrimiento no lo generan las personas que nos rodean ni el lugar en el que nos encontramos, sino la lectura que hacemos de lo que nos sucede.
Otra fuente de padecimiento, vivamos en la ciudad o en el campo, es nuestra adicción a proyectarnos al pasado (traumas) o al futuro (miedos). Para practicar el zen del asfalto hay que tomar conciencia del momento presente, aprendiendo y disfrutando de lo que nos brinda cada instante.
Por ejemplo, el transporte público es un desafío porque borra las fronteras entre los demás y uno mismo. En medio del atasco, en lugar de maldecir el tráfico, podemos convertir la cabina de nuestro vehículo en un zendo minúsculo donde escuchar nuestra música favorita, relajarnos a través de la respiración o pasar revista a los aspectos positivos de nuestra vida, dejando fuera las prisas.
‘Zensaciones’
“Llama experiencias a tus dificultades y recuerda que cada una de ellas te ayuda a madurar” (Henry Miller)
Es innegable que en la rutina diaria nos enfrentamos a situaciones monótonas o desagradables que nos ponen a prueba, pero todas ellas son oportunidades de crecimiento personal. Veamos cómo convertir algunos episodios estresantes en zensaciones equiparables al trabajo que realizaríamos en un monasterio:
• Zensación 1. Tenemos un encontronazo con un conductor colérico. Ejercicio: no nos contagiamos por su furia y guardamos el noble silencio del que hablaba Buda y compadecemos a esta persona que está teniendo un mal día.
• Zensación 2. Un vecino nos increpa porque hemos faltado a una obligación. Ejercicio: le agradecemos que nos lo recuerde y cambiamos su discurso preguntándole por algún aspecto agradable de su vida personal.
• Zensación 3. Se han iniciado unas obras al lado de casa que hacen un ruido ensordecedor. Ejercicio: nos fijamos el reto de meditar, utilizando el estruendo como centro de atención para vaciar nuestra mente.
• Zensación 4. Nuestro trabajo ha llegado a unas cotas de monotonía que nos resulta insufrible. Ejercicio: para motivarnos, nos centramos en operaciones muy pequeñas y nos proponemos alcanzar la excelencia en esa actividad como prueba espiritual.
• Zensación 5. Las noticias informan de más robos y violencia en nuestro barrio. Ejercicio: decidimos compensar la oleada de negatividad con más empatía hacia los demás y más implicación en la felicidad de nuestra comunidad.
Si practicamos de esta manera, entenderemos que un entorno urbano es perfectamente válido para ir más allá de nuestros horizontes mentales, con la ventaja de que contiene tantos mundos y situaciones diferentes que hay mil ocasiones para mejorar.
Terminaremos con la respuesta que dio el maestro Soyen Shaku a su discípulo Senzaki cuando este le consultó sobre los peligros de trasladarse a una cosmópolis. La respuesta fue: “Simplemente, enfréntate a la gran ciudad y comprueba si ella te conquista o si tú la conquistas a ella”.
1 comentarios:
Vamos pues a conquistar la ciudad y todo lo que se ponga por delante, no nos dejemos conquistar.
Estupendo mensaje el que encierra este texto, digno de releerlo todos los días y practicarlo. Seguro que notaremos la diferencia. El tema no es lo que nos ocurra, sino como asumimos aquello que nos ocurre.
Te dejo un abrazo inmenso amigo Paco
Publicar un comentario