“UNA VEZ QUE
HAS ESCRITO TODO LO QUE QUIERES CONSEGUIR, ASEGÚRATE DE QUE CADA DÍA HACES ALGO
PARA CUMPLIR AL MERMOS UN SUEÑO”
Recuperar los
deseos más profundos de nuestra infancia es una poderosa motivación y un acto
de justicia hacia nosotros mismos.
En el paso de la
infancia enterramos bajo las obligaciones muchos sueños. La madures viene
acompañada casi siempre del temido “baño de realidad”. El futuro, que para el
niño tenía un horizonte casi infinito de posibilidades, se puede estrechar
hasta convertirse en una vía de sentido único. Frases como “que le vas a hacer”
o “la vida es así” certifican el fin de las ilusiones para pasar a un mundo de
certezas totalmente previsibles. Sin
embargo, ¿es esa la clase de existencia que queremos vivir?
Cuando se habla de sueños caso inalcanzables, a menudo
se cita el caso de Lou Holtz, quien a mediados de la década de los sesenta se
encontró en una situación crítica. Tenía 28 años, acababa de perder su empleo,
no tenía un céntimo y su mujer estaba embarazada de ocho meses.
En lugar de venirse abajo y lamentar su mala suerte,
se sentó a la mesa del comedor para redactar una lista de deseos más
desmesurados e improbables. Ni corto ni perezoso, llegó a anotar 107 metas tan
ambiciosas como cenar en la Casa Blanca, conocer al Papa, ser el entrenador de
su equipo favorito de fútbol…..
Tras completar una lista que parecía un catálogo de
locuras, Lou Holtz pasó a la siguiente fase y se propuso: “una vez has escrito
todo lo que quieres conseguir en la vida, asegúrate de que cada día haces algo
concreto para cumplir al menos uno de esos sueños”
Para asombro de muchos, los cuatro propósitos “casi
imposibles” que hemos enumerado los llegó a cumplir junto con muchos más.
Alcanzó el sueño gracias a un hecho evidente y, al mismo tiempo, obviado:
muchas cosas nunca llegan a suceder porque nadie se atreve a intentarlas.
Algo así sucede con las grandes metas que pudimos
tener de niños y que de adultos nos parecen ingenuas. Son de tal envergadura,
que les asignamos la etiquetas de “imposibles”. Sin
embargo, alguien acabará siendo astronauta o dirigiendo la Filarmónica de
Berlín.
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