El paso del tiempo
tiene sus consecuencias físicas, pero las creencias también influyen. Nuestros
pensamientos afectan al sistema hormonal y nos pueden dar o quitar años.
Del tren
bajaron quince ancianos. Solían ir siempre arropados por sus familiares, pero
esta vez no. Las pesadas maletas las tuvieron que acarrear ellos hasta las habitaciones de aquella apartada caso en medio
del campo. Cuando entraron, en la televisión y en la radio daban noticias de
1950. Todos los libros habían sido editados antes de ese año. Y la decoración
también remitía a esa época. Esos hombres, ya veteranos en la vida, empezaron a
hablar como si realmente estuvieran en esos días. Esto ocurrió en 1979, así que
habían viajado 30 años atrás.
Este viaje en
el tiempo ha sido una investigación. Su objeto ha sido comprobar si el hecho de
“atrasar el reloj” podía rejuvenecer realmente a esas personas. A esos hombres
se les evaluaron diferentes parámetros de salud antes y después de su “estancia”
Los resultados fueron espectaculares. Experimentaron mejoras en la audición, la
memoria, la agilidad, el apetito y en su bienestar general.
Todavía hoy
diferenciamos entre la mente y el cuerpo. Como si la mente estuviera fuera del
cuerpo. La resonancia magnética nos permite ver el funcionamiento del cerebro.
Podemos observar cómo diferentes pensamientos activan distintas partes del
mismo. El pensamiento afecta también al sistema hormonal y al inmunológico.
Multitud de investigaciones lo demuestran, pero no hace falta irnos a la
ciencia. Todos lo experimentamos cada día. No existen enfermedades
psicosomáticas, todas lo son. Alguien podría argumentar que algunas no lo son
porque están causadas por virus o bacterias, pero incluso en estos casos
nuestros pensamientos juegan un papel clave. Si estamos estresados, nuestras
defensas bajan y somos más propensos a infectarnos.
Lo más
espectacular no es que los pensamientos afecten al cuerpo, sino la precisión
con que lo hacen. Esto es, el organismo responde exactamente a la idea que
genera el cerebro. Si un pensamiento es: “estas pastillas me van a quitar la
tos”, dejamos de expectorar. El cuerpo reacciona al contenido de cada creencia.
A este fenómeno se le denomina efecto placebo.
¿En que medida
envejecer tiene algo de sugestión masiva? Damos por descontado que los mayores
tienen más achaques. Compartimos una misma creencia consolidada por los datos.
Hemos de tomar
conciencia de que los ancianos que nos rodean tienen mucho que ver con lo que
pensamos será nuestra vejez. Así es mejor ampliar los márgenes de nuestras
ideas observando a aquellos que creemos excepcionales. Está en nosotros no encajar a los mayores en
una estrecha idea de senectud, haciéndoles sentir que sus años pasan. “no pesan
solo los años, también nuestras creencias”
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